La idea de crear un ballet se le ocurrió a Brigitte Lefèvre, directora de danza del Ballet, tras leer la investigación de Martine Kahane. Aunque ya se habían dedicado numerosas exposiciones, libros y películas a Degas y la danza, hasta entonces ninguna obra coreográfica lo había hecho realmente. El proyecto, confiado al coreógrafo Patrice Bart y al compositor Denis Levaillant, tomó forma en torno a una idea central: traducir a la música y al lenguaje escénico la modernidad intrínseca de una historia del siglo XIX. De mera investigación, el ballet se convirtió en una búsqueda para recrear el imaginativo mundo de la danza clásica a través de las obras de Degas.

La historia fue nada menos que el punto de partida de una exploración más amplia de los bastidores de la Ópera de París, un lugar impregnado de recuerdos que tanto contribuyen a evocar la inquietante proximidad entre esfuerzo y espectáculo, entre lo sublime y lo vergonzoso, de la que la obra de Degas sigue siendo el testimonio perfecto.